"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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4 de abril de 2012

Éxito, poder y fracaso

El tema del éxito de por sí es muy controvertido. Ya que éxitos hay muchos. Podemos pensar en grandes éxitos... pero ¿Qué son los grandes éxitos? ¿Para quién?
Esto ya nos pone en una posición complicada porque por un lado podemos pensar en el éxito en función de las miradas externas a uno, pero también nos puede llevar a pensar que en realidad es un logro frente a la mirada de los demás. El que hará sentirnos más deseados por los otros, pero cabe otra pregunta ¿Este éxito tiene que ver con lo que uno quiere? Porque si estamos hablando de ser exitoso frente a la mirada del otro, y en contra de nuestro deseo, esto nos lleva también a un fracaso, es decir al fracaso de nuestro propio deseo y quedarnos atrapados en esas miradas que si bien nos admiran, a la vez nos atan.
Por otro lado podemos pensar en los éxitos sobre nuestro deseo, que quizás no tenga que ver con que sean espectaculares o muy vistosos, sin embargo implican un logro en nuestro camino. Un logro que tendrá el mérito de poder cambiar nuestra vida, ya que cada éxito en un desafío propio implicará un crecimiento, una meta lograda para ir hacia la siguiente. Y hablo de un crecimiento porque no hay logro más importante que poder superar una propia barrera que impida que nuestro deseo se pueda expresar y satisfacerse.

Como podemos ver el "éxito" tiene diferentes connotaciones, en algunos casos nos pueden atrapar en la dependencia del otro y en otros nos pueden acercar a nosotros mismos.

Sin embargo hay algo que caracteriza tanto a unos como a otros. El éxito es un camino lleno de baches, y esos mismos se pueden catalogar como "fracasos". Porque cuando llegamos a un lugar dado, cuando nos superamos, cuando obtenemos aquello que tanto deseamos y luchamos, aparecen las contra-caras de esa situación.

En el momento que pasamos de un estado al otro, es una falacia pensar "que seguimos siendo los mismos", no somos los mismos porque ya nos encontramos en un lugar conceptual diferente, hemos avanzado hacia alguna dirección y en ese traslado hay muchos reflejos de uno, muchas personas, que se quedan en el lugar que hemos abandonado.
Es cierto que muchos, en mayor o menor medida, pretender ser "exitosos". También es cierto que dicha situación va a significar en cada uno algo diferente.
Freud hablaba de los que "fracasan al triunfar" donde el sujeto en su triunfo desplaza a las imágenes que ocupaban ese lugar y las derroca en el propio acto de haber conseguido ese puesto. Es como el príncipe que en su triunfo por convertirse en rey, necesariamente implica la caída de su padre (muerte real o simbólica).
También podemos encontrar a los que "triunfan al fracasar", que sería la inversa de lo dicho anteriormente. Es decir, el fracaso que implica poder quedarse en un lugar conceptual que hace que nuestros "dioses", los "triunfadores de siempre", puedan mantener ese lugar idílico.

Sin embargo, el triunfar, el éxito de alguien que logra encontrarse con esos lugares que tanto ha luchado también puede toparse con otro tipo de situaciones. Por ejemplo, la envidia. Pero... ¿Qué es la envidia? Si lo razonamos podemos pensar que la misma aparece cuando una persona ve en otra algo que desea para sí. Y entonces nos podemos plantear ¿Y por qué no la admira? Quizás la envidia pase por ver en el otro aquello que creemos que uno no puede conseguir. De ahí que ese "otro" se convierte en objetivo de sentimientos negativos, porque esa persona en esa situación es la que denuncia una imposibilidad que el sujeto piensa de sí mismo.
Entonces, cuando una persona encuentra el éxito puede también transformarse en un referente negativo del otro, de aquél que supone que no puede hacer lo mismo o llegar al mismo lugar y prefiere no verlo en sus proximidades para no reconocerse en sus limitaciones.
Pero no es esto sólo lo que sucede frente a los logros, sino que también el "logrador" a medida que sube peldaños se va quedando sólo, porque el hecho de moverse de lugar y que los demás no lo hagan hace que aparezca la soledad en muchos casos. Es verdad que en el otro peldaño se podrá encontrar con gente igual, pero hasta que lo haga, su propio marco de referencia, en el cual se reflejaba, se queda allí, en ese otro espacio donde ya no es posible reflejarse completamente. Y aparece esa sensación de soledad...

Lo cierto es que a más se escala en cualquier ámbito o rama o actuar, más sólo se va quedando el sujeto en el poder compartir sus vivencias (el "poder" que quita "poder")

Quizás haya ejemplos que sirvan de ayuda. Un empleado que tiene cientos de otros en su mismo puesto puede compartir vivencias con los otros, quejarse, reírse, etc. Sus jefes, por las características de sus puestos y la información que tienen, evidentemente lo harán entre ellos, ya que los empleados no podrían entender la vivencia dadas las circunstancias de cada uno de ellos. Y así vamos subiendo en la escala, llegando al presidente de la empresa y yo me pregunto: ¿Con quién puede compartir penurias, nervios, experiencias, etc? ¿Con sus subalternos? ¿Con los empleados que están fumando un cigarrillo en la puerta y no entienden cuáles son sus vivencias?

El éxito cuando lo podemos interpretar como una fuente de logro y progreso para una persona es motivo de alegría, pero dicha alegría no siempre puede ser compartida por todo el mundo. Ya que para muchos, el movimiento que hace el que logra, implica también que uno se está quedando en el mismo lugar estático.
Los que son amigos pueden compartir la alegría, pero no así la vivencia ya que posiblemente no se dedican a lo mismo y no entiendan qué es lo que realmente implica. Los que lo hacen, a su vez pueden sentir esa sensación de rezagados en dicha dirección.
Entonces, el cambio de posición hacia otra de mejoría para el sujeto, puede implicar también un lugar con espacios de soledad y quizás de miradas que algunas veces tienen connotaciones de reproche y otras de indiferencia.

Lo que es una trampa es la fantasía infantil del éxito. Pensemos que de pequeños nuestra existencia es un logro y un éxito, se nos da por nuestra mera presencia, se nos festeja la mayoría de nuestros actos, inclusive el defecar en el niño muy pequeño es motivo de alegrías. Desde esta perspectiva, la búsqueda del éxito es esa vuelta a una mirada que se recibe en la infancia donde se es amado simplemente por ser. Pero es una trampa porque en la adultez el éxito nos lleva a un escenario donde todos nos miran y donde si bien estamos ahí arriba también somos objetivo de críticas, envidias y celos. Porque a su vez, desde un lugar simbólico, ocupamos un lugar de poder, y ese lugar es también un lugar que remite a los padres. Con lo cual el sólo hecho de estar ahí es motivo suficiente para poder transferir reproches, rebeliones, desprecios, adoración y demandas.
Visto así, el éxito adulto ya no se parece tanto al de la niñez, a ese lugar de adoración plena, sino a un lugar al cual estructuralmente se intenta derrocar por el sólo hecho de estar allí.
Aunque también puede ser un lugar de devoción para algunos como si de una religión se tratase y como si de un Dios-padre se estuviese admirando. Aunque sabemos que dicha admiración también puede conllevar el deseo de ocupar ese lugar.
Amor y odio suelen ir de la mano, y el éxito con sus logros también conllevan sus penurias. Pero la principal es darse cuenta que ese lugar soñado, ese lugar de completud, de amor incondicional, no se puede repetir, sino que sucede lo contrario, se ocupa el lugar del poder. Y ese lugar es un lugar que puede conllevar ciertos placeres pero a su vez conlleva también reproches y sentimientos negativos.

Ya no somos más amados por nuestra vulnerabilidad sino por nuestras fortalezas, y por las mismas se nos adora, teme, ama y odia.


Sergio Alonso Ramirez
Psicólogo Psicoanalista


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