"Hay algo que debéis entender de mi forma de trabajar. Cuando me necesitáis y no me queréis, debo quedarme. Cuando me queréis, pero ya no me necesitáis, debo irme... Es un poco triste, pero es así"- película: La niñera mágica.

(Sin embargo, a pesar de mi ausencia física, me tendréis allí donde me necesiten)


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6 de mayo de 2015

El farsante... El mentiroso camuflado


El farsante es un personaje peculiar. Un pequeño ladrón de lo ajeno. Le gusta actuar, copiar eso que tiene el otro para hacer como si lo tuviese él. A hurtadillas espía lo de los demás y no se queda con el esfuerzo del otro, sino con la mirada hipnótica y enamorada que los demás le devuelven por el trabajo de quien observa. Y, evidentemente, él quiere también ese reconocimiento. Pero como es un farsante no piensa discurrir los caminos que ha hecho el otro, sino más bien lo copia, lo representa en un acto burlesco y hasta creíble.
El otro día me comentaban la historia de uno de ellos. Es enfermero, con algunos años por delante para su jubilación y con largas ausencias en su trabajo. Se fue en búsqueda de reconocimientos rápidos y ficticios como suele hacer. Sin embargo, lo que mal anda, mal acaba, y así terminan siempre sus historias. En este caso, volvió a su trabajo. Pero su ego no le permite admitir que es un enfermero, ni siquiera que es uno bueno, sino que tiene que sopesar, se siente inferior frente a los médicos, a aquellos jóvenes que han atravesado una “carrera” para poder llegar ahí y que dentro del rango de mando están por encima de él. No se lo aguanta, le da rabia, odio y envidia.

¿El farsante se castra y se aguanta no haber hecho lo mismo que los otros y estar en ese lugar? Pues no. Entonces el “hace como sí” fuese médico. Pone cara de un saber que no posee y mira atentamente los informes frente a la mirada de los pacientes. Poco entiende de los papeles frente de sí y aun así comprendiéndolos no tiene ningún poder de decisión ni opinión sobre ellos. Pero a él no le importa tanto todo esto, como no le importaba hacer la carrera, lo que le interesa es una sola cosa: Que lo confundan con “el doctor”. Y uno se puede preguntar ¿Acaso no aclara que no lo es? Por supuesto que no. No sólo no lo hace sino que se esconde en los silencios y giros lingüísticos para que su farsa sea lo más creíble posible. Se le ilumina la cara cuando los pacientes se piensan que es el doctor y confunden al humilde doctor real con un enfermero. No llega a mentir, pero su silencio valida la representación verbal de su obra ficticia en la boca del otro.
La gente no entiende que ese médico y médica no necesitan de todo ese despliegue para poner su saber y responsabilidad en juego. Donde el médico cuida su economía con cautela, el farsante recomienda caros lugares donde alimentarse, intentando, una vez más, demostrar eso que no es. Pero el inconsciente siempre se cuela, y en su farsa no se da cuenta que está diciendo a todas luces y en todo momento que sin toda su parafernalia de ostentación él no tiene ninguna valía.
Se encuentra ahí, tan cerquita del mitómano… pero tanto, que no tiene idea.

¿Qué podemos pensar del farsante en este caso? ¿Qué satisface y por qué?
Parece que este tipo de personas lo que escenifican (tanto hombres como mujeres) son el ideal del yo. Es decir, esa idea de sí mismos que les gustaría alcanzar. Sin embargo la farsa aparece también en el aparato psíquico: Sería normal querer alcanzar dicho ideal, sin embargo no lo hacen nunca ya que ellos saben que se sostienen con hilos delirantes sobre sí mismos y sus apetencias. Al farsante lo venció el narcisismo, como es tan importante y magnánimo no necesita esforzarse mucho, ni estudiar, ni pasar “por el aro” (de la castración). Es el tipo de hombre que dice “si yo quisiese podría ser…”... Pero nunca ha querido ni sido, todo queda en el plano de la satisfacción imaginaria.
Con esto queremos decir que se queda en posición perversa frente a la mirada de adoración de su madre. Es el/la niño/a bonito/a y no piensa hacer nada que denuncie que no lo es. No quiere aguantarse, joderse, castrarse ni esforzarse. Todo eso implicaría que su mera presencia y sus saberes actuales no son suficientes. Entonces, si no quiere pasar por el aro, porque va en contra de su narcisismo, pero a su vez no puede aceptar que otros lo han hecho y que encima siendo más jóvenes que él pueden tener más… ¿qué hacer?
Dos cosas: Criticar acérrimamente al otro, envidiar para destruir los objetos que denuncian su falta y principalmente… Hacer una farsa intentando reproducir su obra perverso-infantil en la mirada del otro.
El farsante vive en una constante lucha con una realidad paranoica que le viene a tocar la puerta cada dos por tres para anunciarle que él es una mentira.
Y así transita su vida, de actuación en actuación, esquivando aquí y allí una realidad que mira pero no quiere ver, intentando falsearla todo el tiempo y principalmente escapando de ese espejo que le trae la consecuencia de sus actos.

Él es un actor en la vida pero nunca el protagonista de la propia.

Sergio Alonso Ramírez
Psicólogo Psicoanalista

1 comentario:

  1. El gran simulador.....el que no puede ocultar su narcisismo el que necesita alimentar su ego con la mentira cotidiana

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